4 razones por las que el Coaching merece un lugar en la Universidad Española

El Coaching está de moda, y eso es evidente. Y no sólo está de moda, sino que además crece cada vez más.

La empresa lo contrata porque ha comprobado una y otra vez que el desarrollo y evolución de su personal, y por consiguiente el de su negocio requiere de mucho más que de formación teórica y estrategia.

Gracias a la magnífica labor de los profesionales del Coaching de nuestro país, las empresas han comenzado a comprender que para dar el salto al siguiente nivel se requiere de una aprendizaje basado en una experiencia vivencial, – valga la redundancia- , que, apartada por completo del conocimiento meramente teórico, genere un impacto profundo y a largo plazo en cada una de las personas que integran la compañía.

Si el Coaching tiene una demanda tan clara y contundente por los resultados que ejerce en personas y organizaciones, ¿a qué esperan nuestras universidades, aquellas que están formando a los profesionales del futuro, para anticiparse a las aplastantes necesidades del mercado?

A la vez que el Coaching crece en la empresa, crece también la oferta de programas académicos. No hace falta más que hacer una búsqueda rápida en Google y aparecen un sinfín de Másteres oficiales, – y no tan oficiales -, en Coaching Profesional, Ejecutivo, Deportivo, Emocional, y un larguísimo etcétera.

Lo sorprendente es ver cómo a la Universidad Española le está costando aplicar lo que predica en este ámbito. Desafortunadamente apenas se pueden contar con los dedos de una mano aquellas instituciones que ofrecen, de una u otra forma, Coaching a sus estudiantes en España. Algunas de ellas son la Universidad de Burgos, la de Málaga, Almería o la Universitat Internacional de Catalunya. Pero en Europa el número, cómo no, crece y crece mientras nosotros nos quedamos atrás.

¿Hasta cuándo debemos esperar para que se atiendan y comprendan los cambios tan abismales por los que pasan los más jóvenes durante esta etapa tan crucial de su vida?

Y es que la entrada a la universidad es un antes y un después para un adolescente. Un paso simbólico (y no tan simbólico) a la vida adulta.

A continuación, me gustaría compartir algunas de las ventajas que supondría que las universidades españolas ofrecieran un servicio de Coaching a nuestros jóvenes como parte de sus prestaciones para garantizar su bienestar a todos los niveles, y para cumplir con su deber, el de formarles para la vida adulta, y laboral.

La genialidad del Coaching es que es una disciplina que se centra en despertar y desarrollar la maravillosidad que todos tenemos dentro: la creatividad innata a todo ser humano.

A través del arte de la pregunta, una metodología definida y sin que el Coach sea un experto en el contenido que trata la persona en las sesiones, el Coaching conseguirá que el estudiante se mire hacia adentro, defina su objetivo a alcanzar, reflexione sobre aquello que lo aleja o acerca a conseguirlo, identifique los recursos a su alcance y establezca personalmente cada uno de los pasos a seguir para alcanzar el resultado que se propone. Todo ello sin que la figura del Coach haga transferencia alguna de conocimiento, comparta su experiencia u opinión. (Eso sí, sólo si hablamos del buen Coaching, el Coaching No Directivo.)

En la universidad, el servicio de Coaching sería el espacio donde por primera vez el conocimiento y por lo tanto la solución al obstáculo está en el interior del estudiante y no fuera, dándole la oportunidad de reflexionar y tomar sus propias decisiones. Aprendiendo a aprender.

Somos seres extraordinarios capaces de solucionar todo tipo de obstáculos, sobrevivir a catástrofes, curar enfermedades, criar y educar nuevos seres humanos y dentro de poco, colonizar otros planetas con aeronaves reutilizables.

Sin embargo, desde que nacemos nos desenvolvemos en una sociedad en la que siempre hay un experto que determina nuestras acciones. Hablo de nuestros padres, profesores, jefes, compañeros, amigos… ¡y si nos apuramos hasta nuestros propios hijos!

El Coaching nos devuelve el derecho a desarrollarnos como seres libres, con conciencia y capacidad creativa para mejorar como personas, tomar las riendas de nuestra vida y a asumir la responsabilidad que ello significa.

Una de las grandes frustraciones con las que se encuentran los jóvenes universitarios es la incertidumbre. En un gran número de casos se dejan llevar por la presión social y las opiniones y/o decisiones de su entorno familiar, sin haberse detenido nunca a reflexionar y a pensar acerca de sí mismos. Lo contaba Evaristo Aguado Raigón, Co-Autor del libro Coaching Humanista, a raíz de su experiencia en la implementación de un Servicio de Coaching en la Universitat Internacional de Catalunya (UIC) hace ya algunos años.

A consecuencia de ello arrastran problemas de autoestima, miedos y carecen de preparación y madurez para afrontar problemas de mayores magnitudes en su vida. Y es que, cuenta Evaristo, los jóvenes de las generaciones más recientes crecen pensando que la tecnología contiene la respuesta a todas sus dudas y recurren a ella para solucionar sus problemas, inhabilitando a veces por completo su propia creatividad e intelectualidad.

En la sociedad actual no hay tiempo para la reflexión.

Gracias a la existencia de un servicio universitario de Coaching, cualquier obstáculo con el que se encuentre el estudiante o reto que se proponga, será tratado desde la raíz de su propia conciencia y creatividad, y no a través de la formación u orientación tradicional, despertando su interés en cuestionar aquello que nunca antes había cuestionado y hacerle reflexionar, utilizando técnicas específicas para escucharse a sí mismo y valorar una realidad objetiva.

Es evidente que a medida que pasan los años se hace cada vez más difícil predecir los cambios que van a tener lugar en la economía y en la sociedad del siglo XXI, pero lo que está claro es que estamos en una época de expansión en todos los sentidos.

Con la llegada de internet y especialmente durante la última década han surgido infinidad de nuevos oficios y puestos de trabajo que no pudieron predecirse con suficiente antelación. Algunos ejemplos de ello son puestos cuyos nombres aún a día de hoy no nos son demasiado familiares. Community Managers, Cloud Computing Engineers, Especialista en SEO, Data Scientist, Consultor e-Business, Biotecnólogos, y un larguísimo etcétera.

Las nuevas tecnologías, las llamadas economías colaborativas, la inteligencia artificial, las nuevas tendencias en comunicación, etc., son sólo un horizonte de carácter efímero. Surgió Facebook y cambió la forma en que las personas se comunican. Surgió Netflix y con ello la revolución de los medios televisivos y la industria del cine. Surgió Amazon y cambió la forma en la que consumimos. Llegó Uber y con ello, los cambios del transporte en las ciudades.

Las generaciones más jóvenes que hoy en día se están formando en primaria y secundaria, no pueden ni imaginarse los trabajos que van a existir cuando sean mayores.

El cambio se convierte cada vez más en una constante, en la condición sine qua non. 

Y hacia ello es hacia lo que la educación y formación se debe orientar cada vez más, pues al trabajador, ya no solo del futuro, sino al del aquí y el ahora, se le exigirá, entre otras cosas, capacidad de adaptación a nuevas realidades y entornos, creatividad, talento y razonamiento crítico entre otras muchas cosas.

Para ello, la especialización en materias y disciplinas seguirá siendo un requisito fundamental en el desempeño de cualquier trabajo, pero la clave del éxito para afrontar la volatilidad de las tendencias sociales y económicas serán otras que por mucho que se intente, no podrán integrarse en el aula bajo el mismo prisma de la transferencia de conocimiento (como si de una materia académica se tratase).

La adaptabilidad al cambio, la inteligencia emocional, concepto que en los últimos años ha experimentado un auténtico boom y que abarca un sinfín de matices tales como la gestión de las emociones propias y ajenas, los pensamientos limitantes, los comportamientos automáticos o hábitos personales, la motivación, los bloqueos, la inseguridad, el fracaso, la resiliencia, y un infinito etcétera. Todos ellos insusceptibles de ser enseñados por un formador u orientador de la manera tradicional, pero sí de ser entrenados, aprendidos e integrados desde la propia experiencia.

Y a tí, ¿qué te parece? ¿Crees que es hora de que llegue el Coaching a nuestras universidades?