Que bueno que no sea posible ordenar ni instruir a alguien para que genere pensamientos creativos.
Es más, sabemos que si damos ese tipo de instrucciones, es casi seguro que provocaremos el efecto contrario.
Si queremos pensamientos creativos, más que ir al zoo de los pensamientos a desenjaularlos, debemos acudir a su entorno natural y capturarlos en libertad. Al inconsciente, donde disfrutan y se reproduce constantemente sin ningún tipo de freno.
Una vez allí, tampoco podemos ordenarles que salgan, ni dejar que nos observen con actitud impaciente, que seguro que ni se asoman.
Lo que si podemos hacer es cuidar el entorno adecuado para que se acerquen:
Plantear un problema o un reto interesante para nosotros o las personas que participen en la solución. Estudiarlo, debatirlo y exponerlo desde distintos puntos de vista, e ir aproximándonos poco a poco a la solución. Intentar, fallar y aprender.
Una vez generadas las condiciones, hay que relajarse y esperar a que aparezca. Dejar la mente a la deriva y confiar en que tarde o temprano saldrá. Cuando dejamos que la mente se relaje, se suelte, se dirige a nuestros problemas, o a aquellas cosas que queremos desentrañar, y nos proporciona muchos juegos creativos que mejoran nuestra intuición y generan relampagueantes pensamientos originales.
Esto implica que si no sabemos desconectar de vez en cuando, es probable que no se nos ocurran ideas originales por mas que nos esforcemos y le demos vueltas y vueltas al mismo problema.
En el mundo actual, podemos acceder fácilmente a la información y al conocimiento pero quizás una de las mejores formas de activar el cerebro para generar soluciones creativas sea:
- Crear entornos líquidos en los que personas interesadas en la solución del problema compartan información y puntos de vista.
- Generar debates abiertos y expandir el pensamiento con preguntas inteligentes
- Conocer a las personas del equipo y definir retos exigentes pero alcanzables en los que las personas puedan usar sus capacidades.
Este tipo de entonos nos acerca mucho al estado de flow. Un estado en el que nuestro cerebro genera una cóctel mágico que nos aporta felicidad al tiempo que nos predispone a la generación de soluciones originales. Para este coctel, el cerebro combina distintos ingredientes: Adrenalina que asegura que estemos alerta y prestemos atención. Después se libera la Norepinefrina que asegura la concentración. La Dopamina mejora el reconocimiento de patrones. El cerebro comienza a decirnos que estamos cerca de algo y mantiene la atención. Estos dos químicos juntos nos ayudan a ignorar las distracciones y aceleran la conexión de ideas. A continuación segrega Endorfina que nos hace sentir contentos e invencibles; y seguidamente la Anandamida que nos ayuda a crear conexiones y promueve el pensamiento lateral. Por último la Serotonina que nos hace sentir bien.
Este estado se alcanza mejor cuando las personas tienen objetivos claros, exigente y alineado, y sobre todo si generamos el entorno adecuado y les dejamos libertad en la forma de conseguirlos.
Con este tipo de liderazgo no hace falta ir de caza, hay que cuidar el entorno.