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Sobre Heráclito, Nietzsche y la Ontología del Lenguaje

Nota crítica
by Espinosa Cifuentes Enrique on 8 marzo, 2019
Artículos de opinión
Overview
Tema

Nota crítica sobre el ser del Coaching Ontológico

Objetivo

Ofrecer distinciones importantes entre "ser" y "ente" para una mejor comprensión de la función del coaching.

Tiempo de lectura

7 minutos.

Créditos

Photo (CC BY-SA 4.0): "Nietzsche" de SPDP.

Citar artículo

ESPINOSA, E., "Sobre Heráclito, Nietzsche y la Ontología del Lenguaje" [en línea], International Non Directive Coaching Society, 2019. [fecha de consulta DÍA de MES de AÑO]. Disponible en http://www.internationalcoachingsociety.com/sobre-heraclito,-nietzsche-y-la-ontologia-del-lenguaje

Introducción

Probablemente este artículo no sea para todos; o no les interese a todos. Es una resumida mirada filosófica a Heráclito, Nietzsche y la Ontología del Lenguaje, acerca de los cuales estoy escribiendo para una publicación mayor. La Ontología del Lenguaje es la obra de Rafael Echeverría (1994) que sirve como sustento filosófico a la práctica del coaching ontológico. Y es esta práctica la que estoy visitando para un análisis crítico.

Dicho de modo muy resumido, la Ontología del Lenguaje nos presenta un concepto del Hombre –del “fenómeno humano” lo llama Echeverría– supuestamente nuevo: el Hombre es un ente que se hace a sí mismo, es un ente que nunca “es” sino que “está siendo”, es decir, que está en permanente cambio. Cada persona humana no es alguien fijo, determinado e inmutable, como las verdades eternas y absolutas de la “deriva metafísica”, combatida por Nietzsche y Echeverría, sino alguien permanentemente cambiante e inacabado, como las “verdades” temporales y relativas del subjetivismo que afirma que solo tenemos interpretaciones de las cosas y nunca la verdad de las cosas mismas.

Sobre Nietzsche

En cuanto a Nietzsche, ningún filósofo, o estudioso de la filosofía, desconoce el hecho de que este filósofo alemán es interpretado de diversas maneras, a veces muy dispares, de modo que es muy difícil hablar de “una filosofía de Nietzsche”. No es un filósofo que haya presentado su pensamiento de manera sistemática, y eso da lugar a las diferentes interpretaciones. De hecho, Echeverría escribió Mi Nietzsche (2012) que no pretende ser un estudio sobre el filósofo, sino como bien dice el propio Echeverría, es su interpretación del pensamiento de un autor con el cual tiene “gran afinidad”.

Lo que interesa a Echeverría es la filosofía nietzscheana del devenir, y el ataque a la metafísica filosófica que es planteada como una distorsión de la realidad perpetrada por la razón humana. De allí el rechazo expreso de Nietzsche y Echeverría hacia la racionalidad, y su negativa de aceptar que lo distintivo en el ente humano sea la razón.

La lógica humana históricamente ha tendido a vincular cualquier fenómeno de la realidad con una causa última no fortuita que dota de sentido y finalidad a la existencia. Esa es la lógica de la filosofía metafísica. Oscar David Saidiza Peñuela ha presentado en 2012 una tesis de Magíster en Historia a la Universidad Nacional de Colombia, en la cual muestra cómo a través de su vida Nietzsche parte de unas consideraciones abiertamente metafísicas, para inclinarse luego hacia una negación y crítica a la metafísica reivindicando entonces una forma de pensamiento contraria a aquella: “la filosofía histórica”, pero finalmente Nietzsche regresará a la orientación metafísica al final de su vida, si bien no será la metafísica clásica de los antiguos griegos y posteriores seguidores. ¡El gran oponente de la metafísica no puede sustraerse a ella en su obra!

Sobre Heráclito y Parménides

Es lugar común en la historia de la filosofía occidental, el planteo de que Heráclito se oponía a Parménides, y vice versa, y que este último es el autor de la metafísica, la que en tiempos modernos ha sido criticada por Nietzsche, que propone una vuelta a Heráclito. Esta oposición no tiene evidencias históricas más allá del hecho que Platón los presenta como oponentes, al parecer para dar fundamento a su teoría de los dos mundos derivada de Parménides. De Heráclito y Parménides, contemporáneos que al parecer nunca intercambiaron argumentos, solo tenemos unos pocos fragmentos que nos llevan a conjeturar sobre su pensamiento más que a tener una idea clara y definitiva. La filosofía oficial los ha presentado como oponentes, gracias a Platón, cuando los estudios acuciosos y profundos muestran que en verdad tenían mucho en común, y que su aparente discrepancia se debe a que hablaban en realidad de cosas diferentes.

Quizás lo más conocido del pensamiento de Heráclito es que “todo está en devenir”, es decir, en un proceso incesante de cambio, que “todo cambia y nada permanece inalterado, salvo el proceso mismo del cambio”, lo que equivale a decir que “lo único permanente es el cambio”. Y lo más conocido del pensamiento de Parménides es que “el ser no puede cambiar”, que el ser es inalterado, permanente, estable e inmutable.

Estos dos filósofos griegos del siglo V, a. de C. parecen, entonces, estar en diametral oposición. Lo que generalmente no se advierte es que Heráclito se refiere a los “entes” es decir a todas las cosas que hay en la naturaleza y en el mundo –las cuales cambian permanentemente, en tanto que Parménides se refiere al hecho de que “hay” cosas en el mundo, y que todo ente –aun cuando cambia– tiene “ser”. Aquí cabe hacer la observación de que “ente” y “ser” no son equivalentes, aunque generalmente se los confunde. “Ser” no debería tener artículo (“el” ser) porque no es un ente entre los demás entes; “ser” es la palabra que expresa el hecho de “existir” o “estar en el mundo”, y por lo general esta idea está implícita y tácita en las afirmaciones, como cuando afirmamos “Juan es un apóstol”, donde “es” queda inadvertido porque lo que importa es Juan y el hecho que es un apóstol. Pero la condición básica para que Juan sea apóstol es que Juan “sea”, es decir, que “haya” Juan, que Juan esté en la historia del mundo. Parménides hablaba del hecho de “ser”, de estar en el mundo, de haber; en nuestro ejemplo, si Juan “es”, no es posible que Juan “no sea”: ¡O hay Juan o no hay Juan! Pero a Parménides no le interesa Juan ni ningún humano en particular, sino que Juan y todos los humanos de la Historia tienen algo en común: “Son”. Parménides y Heráclito hablaban de temas diferentes, en realidad no estaban involucrados en una controversia.

Hablaban de temas diferentes pero tenían algo en común: Los dos estaban buscando el arjé de todas las cosas, o sea, ese “principio” que todas las cosas deben tener en común más allá de su diversidad. Es decir, cuando analizamos todas las cosas, cualquier cosa, que se presentan a nuestros sentidos y conocimiento, deberíamos llegar a un elemento primordial y último que sirve de sustento a todas las cosas y que está presente en todas las cosas. Heráclito propuso que el arjé es el cambio: lo que tienen en común todas las cosas es que nunca permanecen exactamente igual, cambian, y el cambio es permanente. Parménides por su parte propone que lo que tienen en común todas las cosas es que son, que existen, que tienen cierta duración en el ser; el arjé de todas las cosas es que tienen ser, y ser (no los entes) es algo permanente.

Cambian los entes en su modo de ser –como decía Aristóteles— y hasta pueden dejar de ser, pero “ser” es una realidad primordial anterior a todo ente, “ser” siempre es “ser”, y en consecuencia “no ser” siempre es “no ser”.

Heráclito y el logos

También cabe decir, aunque solo sea de paso, que Heráclito no creía en un cambio desordenado de las cosas, como si una semilla pudiera cambiar tanto como para llegar a ser una tarjeta de crédito.  Existe un orden, decía Heráclito, y ese orden proviene del logos que hay en el mundo, el cual determina que el cambio sea posible solo dentro de polaridades: del estado de paz al estado de guerra y vice-versa, de lo frío a lo cálido y vice-versa, de lo seco a lo húmedo y vice-versa, de la salud a la enfermedad y vice-versa, del día a la noche y vice-versa, y así por el estilo, pero nunca del invierno a la sabiduría, por ejemplo.  Existe un orden.  Heráclito no era relativista; algunos que lo invocan hoy pueden serlo. 

Esta breve mirada a la filosofía nos lleva a pensar dos cosas: Primera, que nunca se pensó de manera universal que el Hombre no sea individualmente el arquitecto de su destino.  El pretendido concepto nuevo acerca del Hombre lo sería solo si hacemos una caricatura o una simplificación excesiva del pensamiento de otras épocas, o si suponemos que cierta escuela de pensamiento griego antiguo es el pensamiento de toda la Humanidad.  Los antiguos hebreos, por ejemplo, que son tan tributarios de nuestra cultura occidental como los griegos, eran ajenos a la metafísica de Platón.  Y, lo digo de paso, no hay algo así como “la” metafísica, sino diversas teorías metafísicas, como la del último Nietzsche que se opone a la de Sócrates y Platón.  En segundo lugar, la tesis de transformación personal que se plantea en los ámbitos del coaching ontológico debería ser propuesta de modo tal que tenga en cuenta las características generales de los humanos como entes con derecho a la auto determinación, al pensamiento propio y a la libertad de conciencia, entre otros dominios primordiales, así como las características particulares y únicas de cada persona, a fin de que no usemos medios coercitivos ni manipuladores en el ejercicio profesional del coaching.  Y probablemente deberíamos hablar de “cambio” y “desarrollo personal”, más que de “transformación”.

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Espinosa Cifuentes Enrique
ARGENTINA // Carlos Enrique Espinosa Cifuentes nació en Santiago de Chile, donde realizó sus estudios primarios, secundarios y universitarios, los cuales concluyó en la ciudad de Chillán, en la Universidad Adventista. En la actualidad reside en San Salvador de Jujuy, en el Noroeste de Argentina. Ha trabajado durante 30 años como Profesor de los niveles terciario, universitario y de posgrado, en Argentina, Chile, Perú, Brasil, EE.UU. y Filipinas, ocupando diversos cargos académicos y de administración educacional: Profesor Adjunto y Profesor Titular universitario, Decano de Facultad y Vicerrector de Extensión. Alternando con sus trabajos docentes y de investigación, en los últimos 20 años se ha desempeñado como coach personal y organizacional, conferencista internacional, comunicador social, periodista y editor. En los Estados Unidos obtuvo el Doctorado en Filosofía en 1988, en un programa de 4 años dirigido por el belga Raoul Dederen. Su tesis se enfoca en las bases filosóficas del concepto de verdad y error en Hans Küng. Aparte de la filosofía, Enrique tiene una Licenciatura en Teología (Argentina) y un diplomado en Periodismo (Chile). Es Practitioner de PNL (ARA Global University), Gestaltista (CGSI), Coordinador de Filosofía para Niños (CIFiN, Buenos Aires), Máster en Coaching (Coaching Corporation, Madrid, bajo Leonardo Ravier) y Máster Coach Ontológico (AACOP). Tiene formación en Gestión por Procesos y en Gestión de Calidad. Es estudioso autodidacta de Física Cuántica y Neurociencia. En la actualidad dirige la Consultora y Escuela de Coaching Profesional SINERGIA ART COACHING ARGENTINA.
1 Comments
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  • Enrique Espinosa Cifuentes
    10 marzo, 2019 at 18:48

    Me preguntan por privado, cómo llego a mi planteo de cómo debería ser la transformación o desarrollo personal, a partir de mis comentarios sobre el pensamiento de Heráclito. Señalé que este filósofo de la Antigüedad griega no era relativista porque creía que el cambio permanente ocurre dentro de cierto orden determinado por el Logos, lo que implica reconocer en todas las cosas una cierta esencia. La esencia es el conjunto de rasgos que hacen que un humano sea humano y no sea manzana ni ninguna otra cosa, y que Juan sea Juan y no alguna otra persona. Entre los rasgos primordiales de los humanos contamos aquella característica que deriva en el derecho a la auto determinación, al pensamiento propio y a la libertad de conciencia, así como las características particulares y únicas de cada persona, que tienen un componente heredado individualmente y otro adquirido en la historia de vida de la persona. Pienso que esta consideración debería ser suficiente para que respetemos la individualidad y el derecho de auto determinación de las personas, absteniéndonos de utilizar métodos coercitivos y manipuladores en el ejercicio profesional del coaching, y que asumamos clara y explícitamente que nuestro trabajo con los consultantes debe ser no directivo.

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